miércoles, 21 de febrero de 2007

Pido parte de mi memoria.

-Siempre estuve de aquí y de allá. Nunca unido a alguien. Como la familia, casi nunca unida. Los pocos momentos que se presentaron como una unión se daban en las carreteras, de aquí a allá y de vuelta. Recuerdo la casa, una casa departamento en el centro de una Ciudad vecina (Cuernavaca una provincia) una casa de maderas y de cuadros, oscura, fuerte, de maderas fuertes, café. Los cuadros de trazos tenues y difusos, nada estructurado, no yo, los cuadros. Las pinturas. Sin colores, reina el café. Pláticas entre adultos, solo un niño, yo, Ernesto entre los doctores, pues para ese momento ellos tenían mi credibilidad.
Recuerdo la noche, café, más café. Sentados en una mesa. Entre pláticas, risas y temores. Para ese momento tendría 5 o 6 años, cinco dedos en cada mano. Curiosamente solo recuerdo 5 allí, nada curioso.
Surge otra madera… nada curioso. La guillotina…
Oscura como el mismo oscurantismo. Nada curioso.
La platica que recuerdo, es sobre el uso de la guillotina. Palabras más que conforme la hoja caía, a mí me aterraba. Cortar la cabeza. Allí no esta todo. Me aterra escuchar como aún después de separada la cabeza del cuerpo, de las manos, de los dedos, aún así, aún allí, les muestran el cuerpo separado…

Lo imaginé y la vi viéndome. La cabeza separada con boca abierta de pez.

Surge la noche más noche. Y entre la duermevela y el temor, escucho que cuando me duerma acudirán a un bar o algo parecido. Ahora recuerdo que justo cuando abren la puerta, me levanto con angustia, pues las maderas me imaginan la guillotina.
No dormía, pues pensaba que me dejaría con mi imaginación, a la cual no la sabía como tal. Para mí estaría presente el cuerpo y la cabeza a un lado-

Y yo, yo en ese instante me moría.

No hay comentarios: