lunes, 22 de enero de 2007

De lunares manchas y cuerpos

Lo llevas colocado desde el inició. Podría decir que desde poco antes, como un abismo pequeño, tuyo, entre tú y tu nalga, entre tu espalda y tú, allí donde sólo sabes derramármelo.

Las cosas con palabras se sostienen, es de prudencia sostenerlas, regocijarse del susurro propio. Te apropias con ese calorcito que sólo tu sabes desprender de nuestro susurro. Las palabras se sostienen, este no es el caso. Aquella mancha la sostienen tus piernas duras como tus ojos, que también son duros, y qué, cuando los muerdo las sostengo y obtengo de ellas, la palabra jugosa que los nombra y los une.

Pero contaba y sostenía mi discurso en pos de tu mancha, mancha de cuyo nombre quiero acordarme, siempre siempre movida, en el vaivén propio de tu andar, como un oleaje en la nada de las intermitencias. Así se presenta, en un lejos y acá, o simplemente por la luz que da y se presta con intervalos en donde serían innecesarios si se les contarán, donde dejarían de mirarse en el momento mismo de contarlos. Es por eso que mejor miro como iluminan tu mancha, mancha que encontré palpando. Recuerdo que la localicé por casualidad de mis pasos, aquel día mientras sostenía mi camino por la arena, resbalo y la veo allí, amorfa, diminuta como sonrisa oscura, como abismo pequeño tuyo entre tú y mi pierna, entre mi pierna y tú, donde yo la porto desde siempre, desde que nací, posada allí en mi pierna desde el inicio …

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